- ¿Qué son las metáforas?
- Las metáforas son... ¿cómo puedo explicarlo? Cuando hablas de algo comparándolo con otra cosa.
- ¿Es algo que se usa en poesía?
- Sí, también.
- ¿Por ejemplo?
- ¿Cuándo decís "el cielo llora" qué significa?
- Que está lloviendo
- Sí, muy bien. Eso es una metáfora.
- Es fácil entonces. ¿Por qué tiene un nombre tan complicado?
- Los hombres no tienen nada que ver con la complejidad o simplicidad de las cosas.
-Estaba leyendo algo ayer: "El olor de los barberos me hace sollozar en voz alta" ¿Eso también es una metáfora?
-No, no exactamente.
-Me gustó también cuando escribió "Estoy cansado de ser hombre" Eso me pasa a mí también, pero nunca supe cómo decirlo. Me gusto mucho cuando lo leí.
- ¿Por qué "el olor de los barberos me hace sollozar en voz alta"?
- Veras, Mario. No puedo explicártelo en palabras distintas a las que ya usé. Si la explicas, la poesía se vuelve banal. Mejor que cualquier explicación es la experiencia de los sentimientos que la poesía puede revelar a una naturaleza dispuesta a entenderla.
diálogo entre Neruda y su cartero (Il Postino).
martes, 23 de octubre de 2012
viernes, 22 de junio de 2012
La música-hombre
Había nacido la única música universal del siglo, algo que acercaba a los hombres más y mejor que el esperanto, la Unesco o las aerolíneas, una música bastante primitiva para alcanzar universalidad y bastante buena para hacer su propia historia, con cismas, renuncias y herejías, una música-hombre.
Con muchachas que prefieren bailar mientas escuchan Star Dust o When your man is going to put you down , y huelen despacio y dulcemente a perfume y a piel y a calor, se dejan besar cuando es tarde y alguien ha puesto The blues with a feeling y casi no se baila, solamente se está de pie, balanceándose, y todo es turbio y sucio y canalla y cada hombre quisiera arrancar esos corpiños tibios mientras las manos acarician una espalda y las muchachas tienen la boca entreabierta y se van dando al miedo delicioso y a la noche, entonces sube una trompeta poseyéndolas por todos los hombres, tomándolas con una sola frase caliente que las deja caer como una planta cortada entre los brazos de los compañeros, y hay una inmóvil carrera, un salto al aire de la noche, sobre la ciudad, hasta que un piano minucioso las devuelve a sí misma, exhaustas y reconciliadas y todavía vírgenes hasta el sábado siguiente, todo eso en una música que espanta a los cogotes de platea, a los que creen que nada es de verdad si no hay programas impresos y acomodadores, y así va el mundo y el jazz es como un pájaro que migra o emigra o inmigra o transmigra, saltabarreras, burla aduanas, algo que corre y se difunde y esta noche en Viena, en Varsovia, en Milán, en Buenos Aires, en Ginebra, en el mundo entero, es inevitable, es la lluvia y el pan y la sal, algo absolutamente indiferente a los ritos nacionales, a las tradiciones inviolables, al idioma y al folklore: una nube sin fronteras, un espía del aire y del agua, una forma arquetípica, algo de antes, de abajo, que reconcilia mexicanos con noruegos y rusos y españoles, los reincorpora al oscuro fuego central olvidado, torpe y mal y precariamente los devuelve a un origen traicionado, les señala que quizás había otros caminos y que el que tomaron no era el único y no era el mejor, o que quizá había otros caminos y que el que tomaron era el mejor, pero que quizá había otros caminos dulces de caminar y que no los tomaron, o los tomaron a medias, y que un hombre es siempre más que un hombre y siempre menos que un hombre, más que un hombres porque encierra eso que el jazz alude y soslaya y hasta anticipa, y menos que un hombre porque de esa libertad ha hecho un juego estético o moral, un tablero de ajedrez donde se reserva ser el alfil o el caballo, una definición de libertad que se enseña en las escuelas, precisamente en las escuelas donde jamás se ha enseñado y jamás se enseñará a los niños el primer compás de un ragtime y la primera frase de un blues, etcétera, etcétera.
I could sit right here and think a thousand miles away,
I could sit right here and think a thousand miles away,
Since I had the blues this bad, I can’t remember the day…
(Capítulo 17, Rayuela, CORTÁZAR)
lunes, 4 de junio de 2012
¿Habré aprobado? No, es imposible. Me faltó responder mitad de una pregunta, no había leído todos los textos. No hay forma. Igual, que haya venido a Humanidades un día que no curso acá significa algo. Que me haya tomado el trabajo de bajar antes del micro y vaya a subir cinco pisos quiere decir que, en algún rincón de mi cabeza, pienso que puedo haber aprobado.
Y si. Si soy una idiota, incapaz de dominar lo que pienso, soñadora empedernida, vivo haciéndome ilusiones de imposibles.
Que bueno ser así de idiota, con esperanzas. Si no sería bastante infeliz. Yo sé que no voy a dejar de ilusionarme, aunque me queje o me duela. En una de esas, aprobé.
Soy un quilombo ¿por qué me contradigo todo el tiempo? Soy toda una contradicción. Si me importa aprobar, ¿por qué no estudio? No estudio porque me va bien igual. Maldita buena suerte, maldita buena memoria. Maldita.Ahí está, de vuelta: otra contradicción.
¿Qué me pasara cuando vea en el papel, al lado de mi nombre, mi primer desaprobado facultativo? Encima, de literatura. Irónico.
¡Que lindo es leer! Es como si sin mis libros no sería yo. La Agustina que soy no existiría, sería como morirme. Espero que falte mucho para mi muerte. Soy joven, todavía me faltan muchas desilusiones más.
Que escaleras de mierda. Que suerte que no hay nadie. Cuando hay mucha gente me da vértigo, siento que me caigo. Parezco una bebe que recién aprende a caminar subiendo así, pegada a la pared, agarrada de la baranda. Che, a ese lo conozco... ¡Ya sé! Con él hablé como dos horas, esperando el Plaza en Cerrito y Santa Fe. Sí, es el mismo. Me acuerdo que me contó que estudiaba Historia en Humanidades. Le respondí que yo Periodismo, pero no le hablé de Letras. ¿Por qué nunca cuento eso? Sí, es él. Casi de mi misma altura, apenas más alto. Despeinado, alpargatas. A ver si me reconoce. No creo, fue hace mínimo dos meses ¿Lo saludo? No, cualquiera. ¿Habré aprobado?
Que loco ¿no? Encontrarme con alguien que conocí accidentalmente, hace mucho tiempo y en una calle porteña. Si creyera en el destino y sus señales tendría que pensar que el Cosmos me quiere decir algo: ese chico es para vos. Si se lo contara a alguien me diría: "No existen las casualidades, por algo pasó" NO. Yo sí creo en las casualidades (y en saber aprovecharlas; no soy buena en eso) Yo creo que en la vida la suerte juega un papel más importante del que quisieran admitir. Claro, pero aceptarlo sería como perder el control. Como dice Woody, no deberíamos dejarnos engañar, de eso depende gran parte de nuestra existencia. Ilusos. (Hipócrita). ¿Habré aprobado?
A ver. Gallardo...G....G ¿dónde está? Acá. No puedo creer, aprobé. Maldita buena suerte.
Tarde, siempre llego tarde. Que escaleras de mierda. ¿Es joda? Ahí, de vuelta "el chico del Plaza"
Casualidad. Causalidad.
Que locura.
Y si. Si soy una idiota, incapaz de dominar lo que pienso, soñadora empedernida, vivo haciéndome ilusiones de imposibles.
Que bueno ser así de idiota, con esperanzas. Si no sería bastante infeliz. Yo sé que no voy a dejar de ilusionarme, aunque me queje o me duela. En una de esas, aprobé.
Soy un quilombo ¿por qué me contradigo todo el tiempo? Soy toda una contradicción. Si me importa aprobar, ¿por qué no estudio? No estudio porque me va bien igual. Maldita buena suerte, maldita buena memoria. Maldita.Ahí está, de vuelta: otra contradicción.
¿Qué me pasara cuando vea en el papel, al lado de mi nombre, mi primer desaprobado facultativo? Encima, de literatura. Irónico.
¡Que lindo es leer! Es como si sin mis libros no sería yo. La Agustina que soy no existiría, sería como morirme. Espero que falte mucho para mi muerte. Soy joven, todavía me faltan muchas desilusiones más.
Que escaleras de mierda. Que suerte que no hay nadie. Cuando hay mucha gente me da vértigo, siento que me caigo. Parezco una bebe que recién aprende a caminar subiendo así, pegada a la pared, agarrada de la baranda. Che, a ese lo conozco... ¡Ya sé! Con él hablé como dos horas, esperando el Plaza en Cerrito y Santa Fe. Sí, es el mismo. Me acuerdo que me contó que estudiaba Historia en Humanidades. Le respondí que yo Periodismo, pero no le hablé de Letras. ¿Por qué nunca cuento eso? Sí, es él. Casi de mi misma altura, apenas más alto. Despeinado, alpargatas. A ver si me reconoce. No creo, fue hace mínimo dos meses ¿Lo saludo? No, cualquiera. ¿Habré aprobado?
Que loco ¿no? Encontrarme con alguien que conocí accidentalmente, hace mucho tiempo y en una calle porteña. Si creyera en el destino y sus señales tendría que pensar que el Cosmos me quiere decir algo: ese chico es para vos. Si se lo contara a alguien me diría: "No existen las casualidades, por algo pasó" NO. Yo sí creo en las casualidades (y en saber aprovecharlas; no soy buena en eso) Yo creo que en la vida la suerte juega un papel más importante del que quisieran admitir. Claro, pero aceptarlo sería como perder el control. Como dice Woody, no deberíamos dejarnos engañar, de eso depende gran parte de nuestra existencia. Ilusos. (Hipócrita). ¿Habré aprobado?
A ver. Gallardo...G....G ¿dónde está? Acá. No puedo creer, aprobé. Maldita buena suerte.
Tarde, siempre llego tarde. Que escaleras de mierda. ¿Es joda? Ahí, de vuelta "el chico del Plaza"
Casualidad. Causalidad.
Que locura.
miércoles, 16 de mayo de 2012
Creo que mi mirada inocente ya no engaña.
Ibas caminando y el día estaba perfecto. Hacía fresco y el aire parecía como cristalizado. El sol casi abandonaba el marco y regalaba el último brillo anaranjado, ese que tanto te gustaba. Estabas distraída y cansada, por eso trastabillaste. Salvaste la caída, pero odiabas que te pasara eso. El atardecer ya se había arruinado y todo por esa torpeza tan tuya.
En realidad, por la extraña manera de asociar que tenía tu cabeza, o la parte que fuese, de relacionar conceptos. De repente, esa caída que había pasado porque el piso estaba un poco levantado era reflejo de que estabas por volver a equivocarte. No quiero caer más en la misma trampa, te repetís antes de cruzar la última esquina y mirar a los dos lados por si aparece. Repasas una lista de sinsabores, reafirmas tu nueva decisión de dejar de ilusionarte así de gratis, así de fácil.
Estabas llegando, apuraste un poco el paso. Por el apuro, por el hambre, por el sueño, porque estabas pensando como te miraba cuando te contaba algo, no viste que en donde estabas por pisar la vereda estaba apenas levantada. Torpe, te caíste al piso. Esta vez no lo pudiste evitar. Después de ver que no te habías lastimado, que era solamente un raspón, te preguntaste que habrían pensado los que te vieron sonreírte después del golpe. Y bueno, ellos no sabían de tus asociaciones raras, de que te diste cuenta que preferías seguir caminando rápido, que preferías caerte una y mil veces más.
En realidad, por la extraña manera de asociar que tenía tu cabeza, o la parte que fuese, de relacionar conceptos. De repente, esa caída que había pasado porque el piso estaba un poco levantado era reflejo de que estabas por volver a equivocarte. No quiero caer más en la misma trampa, te repetís antes de cruzar la última esquina y mirar a los dos lados por si aparece. Repasas una lista de sinsabores, reafirmas tu nueva decisión de dejar de ilusionarte así de gratis, así de fácil.
Estabas llegando, apuraste un poco el paso. Por el apuro, por el hambre, por el sueño, porque estabas pensando como te miraba cuando te contaba algo, no viste que en donde estabas por pisar la vereda estaba apenas levantada. Torpe, te caíste al piso. Esta vez no lo pudiste evitar. Después de ver que no te habías lastimado, que era solamente un raspón, te preguntaste que habrían pensado los que te vieron sonreírte después del golpe. Y bueno, ellos no sabían de tus asociaciones raras, de que te diste cuenta que preferías seguir caminando rápido, que preferías caerte una y mil veces más.
miércoles, 11 de abril de 2012
De aquella unidad-
Que las esencias permanezcan
en misterio: impolutos, lejanos.
Que las respuestas se escapen,
se resistan, que me burlen.
Que tu mirada sea un enigma,
regalame pistas que me acerquen.
Que tu frente parezca rasa, para que
descrubra después sus infinitos recovecos.
Porque prefiero permanecer
en la incertidumbre de tu semblante,
que oculta.
Porque prefiero gastar tiempo
adivinandoté.
Así, cuando no haya más misterios,
cuando tu esencia (y la mía) se releven,
y conozca de memoria
el laberinto de tus recovecos,
pueda mirarte y mantener la mirada,
porque ya sabré lo que hay detrás.
en misterio: impolutos, lejanos.
Que las respuestas se escapen,
se resistan, que me burlen.
Que tu mirada sea un enigma,
regalame pistas que me acerquen.
Que tu frente parezca rasa, para que
descrubra después sus infinitos recovecos.
Porque prefiero permanecer
en la incertidumbre de tu semblante,
que oculta.
Porque prefiero gastar tiempo
adivinandoté.
Así, cuando no haya más misterios,
cuando tu esencia (y la mía) se releven,
y conozca de memoria
el laberinto de tus recovecos,
pueda mirarte y mantener la mirada,
porque ya sabré lo que hay detrás.
lunes, 9 de abril de 2012
Se cortó la luz.
Cuando no hay luz, todo es diferente. Las sombras son más largas, el tiempo va más despacio. El día es más corto y la noche gana terreno. Es como si retrocediera en el tiempo, en la evolución. La luz que da una vela prendida, la única forma de ver, alumbra una pequeña circunferencia alrededor y caminamos despacio, como si fueran nuestros primeros pasos, cuidando de no chocar con nada alrededor.
Acostada en la cama, marco el tic tac que me acostumbro el reloj (ahora apagado), con mis pies. Tic Tac. Y aunque no quiera, pienso, me acuerdo e invento historias que no hay, y con ellas, mato el tiempo. Literalmente, lo mato: no hay más tic tac, no hay reloj. Solamente yo.
En mi historia, tampoco había electricidad y tenía una vela al lado mío. Y tirada desde mi cama, veía que se actuaban varios de mis recuerdos. Como yo era la directora, los cambiara a mi antojo y hacía que mi historia se modificará. Mi Yo que actuaba los recuerdos, se rebelaba contra mí y mis cambios caprichosos. Teníamos algo en común: no le gustaba que le dijeran lo que tenía que hacer. Convencía a los demás personajes que estaban con ella y me ataban de pies y manos; me ponían un pañuelo en la boca. Sin director, la obra de teatro tomaba cursos disparatados. Desesperada, me ingeniaba para agarrar la vela, y quemar el cuarto, la cama. Prendí fuego a los personajes que estaban haciendo de mis vida, mis recuerdos y mi historia lo que ellos querían y no lo que había sido, o debería ser. Con ellos, me iba yo también, pero aliviada de que todo había sucedido como yo había querido.
Por suerte, era sólo una historia para matar el tiempo. Por suerte, era sólo algo que estaba inventando. Por las dudas, soplé y apagué la vela. No sea cosa que prenda fuego el cuarto, a mi o a mis recuerdos.
Acostada en la cama, marco el tic tac que me acostumbro el reloj (ahora apagado), con mis pies. Tic Tac. Y aunque no quiera, pienso, me acuerdo e invento historias que no hay, y con ellas, mato el tiempo. Literalmente, lo mato: no hay más tic tac, no hay reloj. Solamente yo.
En mi historia, tampoco había electricidad y tenía una vela al lado mío. Y tirada desde mi cama, veía que se actuaban varios de mis recuerdos. Como yo era la directora, los cambiara a mi antojo y hacía que mi historia se modificará. Mi Yo que actuaba los recuerdos, se rebelaba contra mí y mis cambios caprichosos. Teníamos algo en común: no le gustaba que le dijeran lo que tenía que hacer. Convencía a los demás personajes que estaban con ella y me ataban de pies y manos; me ponían un pañuelo en la boca. Sin director, la obra de teatro tomaba cursos disparatados. Desesperada, me ingeniaba para agarrar la vela, y quemar el cuarto, la cama. Prendí fuego a los personajes que estaban haciendo de mis vida, mis recuerdos y mi historia lo que ellos querían y no lo que había sido, o debería ser. Con ellos, me iba yo también, pero aliviada de que todo había sucedido como yo había querido.
Por suerte, era sólo una historia para matar el tiempo. Por suerte, era sólo algo que estaba inventando. Por las dudas, soplé y apagué la vela. No sea cosa que prenda fuego el cuarto, a mi o a mis recuerdos.
miércoles, 4 de abril de 2012
Esa sagrada rebeldía.
"Les quiero pedir a los chicos y a los jóvenes, con la autoridad que me dan los años, que lean. Yo también he leído de chico y fueron los libros quienes me ayudaron a comprender y querer la grandeza de la vida. Quienes sembraron en mi alma lo que luego los años pudieron expandir. Leía cuanto llegaba a aquellas bibliotecas de barrio, donde primero a través de los libros de aventura y luego, porque un libro lleva, inexorablemente, a otro lbro, a través de los más grandes de todos los tiempos, ésos que nos entregan los abismos del corazón humano y la belleza y el sentido de la existencia.
Leer les agrandará, chicos, el deseo y el horizonte de la vida. Leer les dará una mirada más abierta sobre los hombres y sobre el mundo, y los ayudará a rechazar la realidad como un hecho irrevocable. Esa negociación, esa sagrada rebeldía, es la grieta que abrimos sobre la opacidad del mundo"
Ernesto Sábato.
domingo, 25 de marzo de 2012
Y aunque alguien me advirtió...
Me disfracé para que no
puedas ver quien era.
Me disfrazo, mejor dicho,
para ocultarme mis más
oscuros y mejores secretos.
Protegida con la impunidad
de que nada quiero, de que nada busco;
así es más fácil simular y esconder
mis heridas.
jueves, 22 de marzo de 2012
Mis mentiras verdaderas-
Cuando leemos novelas no somos el que somos habitualmente, sino también los seres hechizos entre los cuales el novelista nos traslada. El traslado es una metamorfosis: el reducto asfixiante que es nuestra vida real se abre y salimos a ser otros, a vivir vicariamente experiencias que la ficción vuelve nuestras. Sueño lúcido, fantasía encarnada, la ficción nos completa, a nosotros, seres mutilados a quienes ha sido impuesta la atroz dicotomía de tener una sola vida y los deseos y fantasías de desear mil.
(Vargas Llosa.)
(Vargas Llosa.)
viernes, 16 de marzo de 2012
Doble filo.
Hay algunas palabras que debería
el horror de la mentira
fueran dichas con los ojos cerrados.
Algunas palabras que tendrían que
ser escuchadas con todos, con
los cinco sentidos.
Nacen en el espacio entre dos miradas,
se confirma con el estremecimiento
causa de una caricia suave.
Son como un murmullo,
dulce como chocolate,
o como el olor de una rosa que nace.
Nunca, jamás, manches con
estas palabras, distintas a las comunes.
Si no nacen, no hay caso en inventarlas.
Pero cuando las sientas llegar,
cuando veas las huellas que dejan en la arena,
no te corras, no te asustes ni desesperes.
Hay algunas palabras, cuya intención
no es lastimar.
Hay algunas palabras que suelen
ser armas de doble filo.
Cuidado, cuidado cuando elijas un "Te quiero"
viernes, 2 de marzo de 2012
Experimento.
En este experimento, en el marco del ingreso a Letras, los ingredientes eran palabras. Jugábamos a que habíamos avanzado mucho en la carrera y tocaba realizar la primera práctica. Teníamos que hacer de cuenta que estábamos ante una división de secundario; inexpertos y nerviosos, temíamos no ser escuchados. Nuestra tarea era atraer a los chicos al, generalmente ignorado y despreciado, versátil mundo de la poesía. El primer paso era buscar un poema "difícil" de acercar a los alumnos. Luego, reescribirla intentando lograr que el resultado sea algo más actualizado, más cercano.
En este experimento, de explosivos y corrosivos, tomé prestado al poeta maldito, al francés Charles Baudelaire y su poesía eterna, de dolor y amor. Lo mezclé con algunas pobres palabras, las mías, las que apenas intentan sobrevivir a este viento.
XXXIX (Charles Baudelaire)
Te doy estos versos por si acaso mi nombre
alcanzará dichoso lejanas épocas
e hiciera soñar una noche a los corazones de los hombres
como un navío ayudado por un aquilón.
Tu memoria, como las inciertas fábulas,
que fatigue al lector como un tímpano,
y por un eslabón fraternal y divino
que quede como pendido en mis rimas más altivas.
¡Ser maldito a quien, del abismo profundo
y hasta el más alto cielo, fuera de mí, no responde!
Tú, que como una sombra dejas las trazas efímeras,
y que con un pie ligero y un mirar sereno
a los necios mortales que te han juzgado amarga, tú aplastas,
estatua de los ojos de jade, gran ángel de broncínea frente.
La otra versión (mi reescritura)
Te regalo estos versos
por las dudas de que mi nombre
llegué a alcanzar lejano tiempo futuro
y pudiera hacer los corazones soñar,
como el fuerte viento que
hace que aquel barco se mueva.
Tu recuerdo, tu existencia
será eternizada en
mi mejor poesía
en los más lindos versos
atada a ellos, esposada
con cadenas hechas por fuertes dioses.
¡Maldita! Ser del abismo
más profundo, del más
alto cielo.
Si, te hablo a vos,
sombra de efímeras huellas,
misterio de miradas serenas.
Si, vos. Estatua eterna,
de ojos verdes, frente orgullosa.
En este experimento, de explosivos y corrosivos, tomé prestado al poeta maldito, al francés Charles Baudelaire y su poesía eterna, de dolor y amor. Lo mezclé con algunas pobres palabras, las mías, las que apenas intentan sobrevivir a este viento.
XXXIX (Charles Baudelaire)
Te doy estos versos por si acaso mi nombre
alcanzará dichoso lejanas épocas
e hiciera soñar una noche a los corazones de los hombres
como un navío ayudado por un aquilón.
Tu memoria, como las inciertas fábulas,
que fatigue al lector como un tímpano,
y por un eslabón fraternal y divino
que quede como pendido en mis rimas más altivas.
¡Ser maldito a quien, del abismo profundo
y hasta el más alto cielo, fuera de mí, no responde!
Tú, que como una sombra dejas las trazas efímeras,
y que con un pie ligero y un mirar sereno
a los necios mortales que te han juzgado amarga, tú aplastas,
estatua de los ojos de jade, gran ángel de broncínea frente.
La otra versión (mi reescritura)
Te regalo estos versos
por las dudas de que mi nombre
llegué a alcanzar lejano tiempo futuro
y pudiera hacer los corazones soñar,
como el fuerte viento que
hace que aquel barco se mueva.
Tu recuerdo, tu existencia
será eternizada en
mi mejor poesía
en los más lindos versos
atada a ellos, esposada
con cadenas hechas por fuertes dioses.
¡Maldita! Ser del abismo
más profundo, del más
alto cielo.
Si, te hablo a vos,
sombra de efímeras huellas,
misterio de miradas serenas.
Si, vos. Estatua eterna,
de ojos verdes, frente orgullosa.
miércoles, 29 de febrero de 2012
El pacto.
Nadie sabía, pero el día que la Muerte moriría se estaba acercando.
Llevaba recorriendo caminos ya casi tres milenios y sus pies le dolían. Su tarea, sobremanera monótona, le había agotado. Además, se había cansado de, adonde llegará, despertar tantas lágrimas y dolor. Le hartaba ser castigo para los pobres y arma para los poderosos. No entendía cómo algunos le tratarán de robar su deber, y se mancharán con sangre eterna sus manos, asesinando por oscuros propósitos. No quería llevarse consigo más niños que recién aprendían a jugar o jóvenes que empezaban a amar. Por todo eso, esperaba que su sombra que lo alcanzará, dejándolo descansar de tanta suciedad.
Pero antes de morir, la Muerte quiso vivir, aunque sea unos días. Le pidió ayuda a la Vida (la conocía bien, habían nacido y crecido juntos) y ésta le dio una oportunidad. Le dio forma de un joven, ya casi adulto, con el semblante y esa mirada propia de quien, ya hace mucho tiempo, es amigo de la tristeza. Sin más explicaciones e instrucciones, lo dejo en un camino que llevaba al único pueblo que no había sido conquistado por el “progreso” donde las personas aún sentían, lloraban y reían: sus corazones latían.
Sólo, desorientado, siguió las huellas, sin saber a donde conducían. Cuando llego, se sorprendió al notar que bien se estaba ahí. Había visto otras ciudades y sus alrededores y ya no quedaban lugares como ese. Ahí, había largos parques con pasto verde y suave y pequeñas flores silvestres que crecían sin ningún orden. En los grandes centros de trabajo que caracterizaban al país, no había parques, no había flores que crecieran sin que alguien las plantara en su debido lugar. Sin embargo, cuando quiso tocar una de esas flores, para sentirle el olor, ésta se volvió gris. Se dio cuenta que la condición de muerte, seguía estando en él, seguía siendo lo mismo y quizás, lo sería para siempre. Triste, siguió caminando.
Los descubrimientos que seguía haciendo, lo sorprendían más y más. Niños que reían, jugando, sin ninguno de esos nuevos robots que controlaban a los chicos para que sólo estudiaran números vacíos. Amigos que cantaban al compás de una guitarra. Dos ancianos que paseaban lentamente por la plaza principal, sin que ningún oficial intervenga y los encierre en algún hospicio. Una pareja de novios que se abrazaban sin que nadie los separara para siempre, alegando que estaban perdiendo el tiempo.
Ese pueblo le recordaba a los que se habían extinguido miles de años atrás. Ahora, era distinto. El Gobernador había hecho varios cambios. Había puesto censura a los libros, películas y canciones. Para poder ser conocidas, tenían que rendirle culto a la nueva Orden. No se permitían los días sin trabajos, las reuniones de más de dos personas. Bailar era una herejía y sonreír, un crimen. La muerte no era vista como antes, con respeto y dolor, sino con fanatismo; era algo que se quería y era un honor que llegara antes de lo estipulado. Los hombres ya no esperaban lo mismo de la vida. No buscaban ser aceptablemente felices, ya no les interesaban encontrar alguien a quien hacer mucho más que medianamente feliz. El objetivo era ahora la mediocridad, la subsistencia; todo el día trabajo, sin el mínimo resquicio de placer.
La muerte se había olvidado como era todo antes de la Orden, no estaba acostumbrada a ese funcionamiento tan fuera de lo establecido y por eso se sentía tan a gusto, en ese pueblo inexplicablemente marginado de la Orden. Un poco melancólico, nostálgico de aquello que ya no estaba, se sentó en uno de los bancos verdes que había en la Plaza Principal. De repente una joven, se puso al lado y le pregunto qué le pasaba. La muerte no le contestó, sólo la miro. Y la chica la abrazó y se fue. La parca esperó que, como la flor que había intentado oler, se muriera. Pero no.
Azorado, tardó en comprender como no le había pasado nada a aquella que lo había tratado de consolar, de confortar su mirada triste. Y era eso. ¿Cómo alguien que amara a la propia muerte podía fallecer?
Después de esta conclusión, se alejó de ese lugar, dejo el cuerpo que le había sido prestado y decidió hacer algo para preservar ese pueblo. En un acuerdo con la Vida, firmó un pacto por el que todas las fuerzas que había en ese lugar serían preservadas. Las condiciones eran que La Muerte renunciaba a su desconocida mortalidad, a su ansiado descanso. Elegía seguir siendo lo que era, en aquello que la nueva Orden había convertido en un trabajo, en una aplastante tecnicidad, a cambio de que nadie de ese pueblo tuviera que morir, o sufrir.
La Muerte había conocido y se había enamorado de la Vida, el Amor y el Arte, se sacrificaba para que ese último espacio de Verdad, Felicidad y Libertad se salvara para siempre.
martes, 7 de febrero de 2012
Ah, nene, sólo un poco de luz.
Esquema repetido, siempre se sintió así,
como la calma que precede a toda tormenta.
Cielo que se calla y el más hondo y sepulcrales de los silencios
crean una atmosfera de terrible conspiración, de paz sin paz.
Un calor que pesa, que agobia, relampagueos y fuertes truenos
terminar de completar ese escenario que ya adivinaba.
Y así, era una total incertidumbre.
Y así, esperando que una señal le diera una pista,
de que esperar, de como traducir los símbolos
que la rodeaban, tejiendo a su alrededor
la más inexorable trampa.
Y así, no pudo escapar de su propia
tela de araña, fuerte e invisible.
Vencedor vencido, no pudo dejar
de esperar, de no saber, de no entender.
Y así, en el medio de su tormenta eterna,
se perdió; sí, le falto un poco de luz a su camino.
lunes, 6 de febrero de 2012
Soñe, que soñabas.
Como en un sueño, todo gira, todo va muy rápido; yo ahí en el medio de este caos, esperando tu rescate. |
Empiezo con un "creo", porque con eso que pasa mientras duermo, nunca estoy segura. Un poco de recuerdos, de cosas que ya pasé, que ya pensé; otro, de cosas extrañas para mí, y el ingrediente (que siempre me sobra) de lo que no sé explicar, lo innombrable.
Sigo con "idea", porque no sé que nombre ponerle. Es una declaración, un principio, un final. Se impone, así, de repente, con la certeza de un saber ya milenario. Pero la duda no tarda en llegar. Igual, no la quiero ni escuchar.
Lo que se me ocurrió, lo que soñé (o como fuese) es que durante un tiempo indefinido, mi sueño fue compartido.
No era nada muy especial, no pasaba nada extraño y los tuve mejores. Aunque no puedo ver claro lo que sucedía, hay una sensación que si permanece. Cuando sueño, y hay un grupo de personas, tengo la sensación de que sus acciones las decide mi yo-que-sueña. En este sueño, del que acabo de despertarme, él y yo compartíamos una sonrisa de complicidad, por sabernos los dos autócratas, libres, claro: dentro de los límites ya puestos por el sueño.
Ahora que este ensueño que fue soñado, fue dicho en voz alta, no me lo voy acordar como un sueño, sino como algo que SI paso. ¿Por qué decir que es irreal? ¿Sólo por que estaba durmiendo?
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