miércoles, 23 de marzo de 2011

Sentirse Volar.






La Plata, 5 de la tarde. Es martes y el escenario de la ciudad se llena de los mismos actores de siempre: autos que van a altas velocidades, desafiando el ritmo del tiempo, tratando llegar a horario a destino. Muchas personas yendo de un lado a otro, con sus historias, problemas, alegrías y dolores a cuestas. 
Hay, sin embargo, un lugar en el que se respira un aire diferente. Al llegar a 10 y 51, en el Teatro Argentino, no solo nos encontramos con el personal típico del mismo. Actualmente eso cambio, convirtiéndolo por fuera en un lugar distinto. 
En todas sus puertas, rincones, escaleras hay chicos y chicas, de todas las edades, que hacen lo que más les gusta:
andar en skate.
Muchos se preguntarán, ¿por qué en ese lugar?, ¿por qué utilizar un espacio que está destinado a funciones de operas, ballet, conciertos, etc. para algo tan distinto como andar en patineta? 
Tomás, uno de los skaters más jóvenes pero muy talentoso, todas las tardes se cita en el Teatro. Nos da una explicación simple: lo hacen porque está bueno. Un par de años atrás, era común encontrarlos en la Torre 1. Pero por cuestiones de comodidad y espacio se trasladaron al teatro. Con respecto al tema del espacio: los skaters cada vez son más y “la Torre” empezó a quedar chica. Además para ellos, el teatro Argentino es el lugar óptimo para la patineta: pisos lisos, amplias veredas, muchas escaleras y barandas. Parece estar diseñado especialmente para su actividad.
Pero no todo es tan simple. En todas las paredes del Teatro hay carteles comunicando que esta “prohibido andar en skate”. Hace, aproximadamente, cuatro años el administrador general del establecimiento dictaminó una disposición en la que se prohibía usar la patineta. Esto se decidió porque molestaban a las personas que entraban y salían del Teatro, rompían la propiedad y además los ruidos causan molestias en las funciones e interrumpen los ensayos que los cuerpos estables del teatro realizan. 
Esta situación no es fácil de resolver, más allá de eso a los skaters no les importan que las paredes estén llenas de carteles que dicen a gritos que su presencia no es bienvenida, ellos igual están ahí. No importa cuántas veces los encargados de seguridad los “inviten a retirarse”, ellos vuelven. Francisco, de 24 años, nos cuenta divertido que cuando los echan de una parte del Teatro, se van a la otra esquina, a esperar que pase un tiempo y después vuelve a su lugar preferido.
Es difícil, por no decir imposible, para la policía evitar que los skaters le den al Teatro un uso indebido pero completamente satisfactorio según ellos. 
Para ambas partes de este conflicto la solución es que les provean de un lugar habilitado para el uso que ellos le dan, un skatepark. Los principales interesados el año pasado, gracias a la fuerza de voluntad, ganaron el presupuesto participativo que les iba a permitir conseguir este lugar. Sin embargo la propuesta quedo en la nada y todo siguió igual. 
Francisco también nos cuenta que es muy difícil avanzar en este tema, porque “nadie hace nada”. Es complicado movilizar a todos los que asisten al Teatro a practicar sus saltos y trucos, y todos los que intentaron conseguir algo, no pudieron y se cansaron.
Va pasando el día, la tarde avanza, el sol cae y los que habitan las escaleras y barandas del Teatro Argentino son cada vez más. Todos con sus patinetas, tratando de saltar más alto o de complicar un poco más un truco. Algunos sentados en las escaleras acomodan sus patinetas, otros saltan por las barandas y aterriza de una manera no tradicional en el piso, se escuchan risas y un grito: “¿eu, estas bien?”.
Lo que los mueve es la continua búsqueda de un poquito más de adrenalina. La consiguen tratando de desafiar las leyes de la física y la gravedad. No importa que tan fuerte sea el golpe al caer, se levantan, saltan sobre su skate, y vuelven a tomar carrera. con la cabeza baja , los hombros sueltos preparándose una vez más para saltar y conseguir estar una décima de segundo más en el aire, y así sentirse volar.

Agus Gallardo, Mafi Salicaro y Belen Valenzuela.
 
(elegir una prática cultural que se desarrolle en tu ciudad y describirla)