La alegría no nace de la voluntad ni de una declaración, sino que PROVIENE DE NUESTRO MODO DE ESTAR EN EL MUNDO.
Cuando salgamos a buscar la alegría en escaparates, terminaremos casi siempre por encontrar dos de sus mas pobres remedios: el placer y la diversión. El placer se agota una vez conseguido y pide ser renovado de inmediato. La diversión dura un segundo y luego, nada. Ambos tienen algo en común: no requieren esfuerzo, ni paciencia, ni un proceso. Son instantáneos, se puede pagar por obtenerlos. Y, convertidos en móvil focal de nuestros actos, son un objetivo neurótico. LA ALEGRÍA, en cambio, SOBREVIVE A LO VIVIDO, A LO EXPERIMENTADO, A LO PADECIDO.
NO se trata de eludir el placer o lo divertido. Pero usados obsesivamente para no pensar, no sentir, no hacerse preguntas o para llenar vacíos, provocan angustia y dolor.
FRAGMENTO DE "DONDE NACE LA ALEGRÍA" SINAY.