jueves, 17 de marzo de 2011

Ni la vida ni el mundo son un parque de diversiones; eso no figura en nuestro contrato existencial.

El despertar de la alegría, es siempre la consecuencia de un modo de vivir. Nadie es alegre. No lo seremos porque tengamos la sonrisa a flor de labios, porque al levantarnos juremos que hoy le pondremos al mal tiempo buena cara o porque, simplemente, nos definamos como personas alegres.


La alegría no nace de la voluntad ni de una declaración, sino que PROVIENE DE NUESTRO MODO DE ESTAR EN EL MUNDO.


Cuando salgamos a buscar la alegría en escaparates, terminaremos casi siempre por encontrar dos de sus mas pobres remedios: el placer y la diversión. El placer se agota una vez conseguido y pide ser renovado de inmediato. La diversión dura un segundo y luego, nada. Ambos tienen algo en común: no requieren esfuerzo, ni paciencia, ni un proceso. Son instantáneos, se puede pagar por obtenerlos. Y, convertidos en móvil focal de nuestros actos, son un objetivo neurótico. LA ALEGRÍA, en cambio, SOBREVIVE A LO VIVIDO, A LO EXPERIMENTADO, A LO PADECIDO. 


NO se trata de eludir el placer o lo divertido. Pero usados obsesivamente para no pensar, no sentir, no hacerse preguntas o para llenar vacíos, provocan angustia y dolor. 





FRAGMENTO DE "DONDE NACE LA ALEGRÍA"  SINAY.