Los cristales pueden romperse. A veces, basta con un golpe de abanico.
Las telas suelen desgarrarse al contacto de una diminuta astilla.
Se rasgan los papeles.
Se rompen los plásticos.
Se rajan las maderas.
Hasta las paredes se agrietan, tan sólidas y firmes como parecen.
¿Y nosotros?
Ah, nosotros tampoco somos irrompibles.
Nuestros huesos corren el riesgo de fracturarse, nuestra piel puede herirse...
Pero también nuestro corazón, aunque siga funcionando como un reloj suizo y el medico nos asegure que estamos sanos.
¡Cuidado! El corazón se daña muy fácilmente.
Cuando oye un no redondo, o un sí desganado.
Cuando lo engañan.
Cuando encuentra candados donde debía haber puertas abiertas
Cuando...
Entonces, siente tirones desde arriba, por delante, desde abajo, por detrás.
¿Se arruga? ¿Se encoge? No.
Late lastimado
¿y cómo se cura?
Solamente el amor de otro corazón alivia sus heridas, sólo el amor de otro corazón las cicatriza.
Elsa Bornemann , No somos irrompibles.