miércoles, 16 de noviembre de 2011

Y van pasando los días, al compás de mil melodías.

No solía creer en la magia, pero recién me encontré pensando… “Que mágica es la música”.  No sé si será la hora y la certeza de que me queda un buen rato más antes de poder dormir. No sé si será que, como siempre, me quiero distraer y pienso en cualquier otra cosa. No sé, pero no importa, porque es verdad.
Aunque siempre lo supe, comprobarlo una vez más me hace sonreír. Me encanta volver a descubrir una y otra vez la capacidad que tiene la música de hechizarme, de enredarme en sus melodías, en sus letras, en su ritmo, en sus recovecos, en su mística. Me tranquiliza saber que siempre va a ser mi refugio, fuente inagotable de paz.
Y cuando digo música, me refiero a algo que va más allá de un genero, o de un grupo. No voy a buscar definiciones, nunca me gusto. Pero si habría alguna condición para hacer música, creo que es sentir amor por ella y tener algo que decir. Una tristeza, una alegría, bronca, miedo, una historia para contar, algo que debe ser dicho. Y para disfrutarla, poder abrirse y sentir eso, que encierra una canción, cualquier canción. Llorar con las melodías melancólicas, bailar con las alegres. Y poder agregarle a esa historia que habla por sí misma, una parte propia, algo que no estaba y, quizá, la completa.
La música es llanto y consuelo para el que está triste, compañía para el que se siente sólo. Calma para el que no encuentra serenidad. Es alegría, es tristeza, es unión, es universal. Sin idiomas, sólo distintos dialectos: rock, jazz, tango, blues, reggae; siempre un iluso, adiós nonino, blues with a feeling, es la música lo que me da vida !
Sin música no hay vida, porque la vida es música.