En la mesa, papeles escritos, reflejaban las huellas de una lucha de cartas, de suerte y trampa, de treinta y tres y anchos implacables o cuatros de copa (que pueden ganar). En la mesa, vasos ya vacíos, algún espontáneo río que alguien habría hecho nacer con torpeza y las botellas sin nada, o con aquel resto con gusto a nada que quedo rechazado.
Noche calma que terminaba con un amanecer que delataba la hora del final. La hora de otro sueño, de otra pesadilla: ese vaivén que me encadena y no quiero soltar, de otro despertar, de otro despertar.
Escenario III