lunes, 26 de diciembre de 2011

Estar sin estar.

    El humo, de color casi gris, salían exhalados de esas bocas, para subir en sus caprichosas formas, haciendo extraños monigotes que distorsionaban lo limpio del aire, lo calmo de la noche. El humo, dejaba por todos lados ese olor tan dulce, tan sucio. 
    En la mesa, papeles escritos, reflejaban las huellas de una lucha de cartas, de suerte y trampa, de treinta y tres y anchos implacables o cuatros de copa (que pueden ganar). En la mesa, vasos ya vacíos, algún espontáneo río que alguien habría hecho nacer con torpeza y las botellas sin nada, o con aquel resto con gusto a nada que quedo rechazado. 
    Noche calma que terminaba con un amanecer que delataba la hora del final. La hora de otro sueño, de otra pesadilla: ese vaivén que me encadena y no quiero soltar, de otro despertar, de otro despertar.

Escenario III