Escenario IIUn hombre, sólo. Entre tanto desierto desolado, soledad. De pie y con la mirada perdida, buscaba a su alrededor algún resguardo. Un viento fuerte, que lo ignoraba, movía todo el polvo y la arena del suelo, de la manera más cruel. Se había detenido y estaba en esa trampa, que su alrededor él mismo había formado desde la debacle. Había perdido ya los rastros, las huellas que lo habían llevado hasta ahí. Por eso, sin modelo a copiar ya no sabía hacia donde dirigir sus próximos pasos. Sin ese alguien que siempre había sido su modelo a seguir, a imitar, había puesto todo en pausa; y esperaba, y creía que algo iba a suceder, que le diría (como un secreto) su nuevo norte. Sin darse cuenta, se fue convirtiendo en vagabundo, de los que viajan y esperan, de los que nunca llegan a ningún lado. Se perdió en ese desierto; los ojos y su mirar se le oscurecieron, y no supieron hacer del espejismo que encontró en algunos rincones, un oasis real, uno que lo salvará. Sin darse cuenta se transformó en un soldado de lo vacío, de la nada.
A veces, el camino marcado, puede condenarnos.