viernes, 30 de diciembre de 2011

El adiós, de nada sirve.

Pongo todo en pausa y, corriendo, me voy, me escapo (ceguera voluntaria ante este abismo). Eligo un lugar donde el tiempo no es ya un tirano que juega conmigo, si no un capricho, que deja el timón en mis manos.

jueves, 29 de diciembre de 2011

La verdad de las mentiras. Vargas Llosa.

  Desde que escribí mi primer cuento me han preguntado si lo que escribía «era verdad». Aunque mis respuestas satisfacen a veces a los curiosos, a mí me queda rondando, vez que contesto a esa pregunta, no importa cuan sincero sea, la incómoda sensación de haber dicho algo que nunca da en el centro del blanco.Si las novelas son ciertas o falsas importa a cierta gente tanto como que sean buenas o malas y muchos lectores, consciente o inconscientemente, hacen depender lo segundo de lo primero. Los inquisidores españoles, por ejemplo, prohibieron que se publicaran o importaran novelas en las colonias hispano americanas con el argumento de que esos libros disparatados y absurdos —es decir, mentirosos— podían ser perjudiciales para la salud espiritual de los indios (...) Al prohibir no unas obras determinadas sino un género literario en abstracto, el Santo Oficio estableció algo que a sus ojos era una ley sin excepciones: que las novelas siempre mienten, que todas ellas ofrecen una visión falaz de la vida. Hace años escribí un trabajo ridiculizando a esos arbitrarios, capaces de una generalización semejante. Ahora pienso que los inquisidores españoles fueron acaso los primeros en entender —antes que los críticos y que los propios novelistas— la naturaleza de la ficción y sus propensiones sediciosas. En efecto, las novelas mienten —no pueden hacer otra cosa— pero ésa es sólo una parte de la historia. La otra es que, mintiendo, expresan una curiosa verdad,que sólo puede expresarse disimulada y encubierta,disfrazada de lo que no es. Dicho así, esto tiene el semblante de un galimatías. Pero, en realidad, se trata de algo muy sencillo. Los hombres no están contentos con su suerte y casi todos —ricos o pobres, geniales o mediocres, célebres u oscuros— quisieran una vida distinta de la que viven. Para aplacar —tramposamente—ese apetito nacieron las ficciones. Ellas se escriben y se leen para que los seres humanos tengan las vidas que no se resignan a no tener.

lunes, 26 de diciembre de 2011

Estar sin estar.

    El humo, de color casi gris, salían exhalados de esas bocas, para subir en sus caprichosas formas, haciendo extraños monigotes que distorsionaban lo limpio del aire, lo calmo de la noche. El humo, dejaba por todos lados ese olor tan dulce, tan sucio. 
    En la mesa, papeles escritos, reflejaban las huellas de una lucha de cartas, de suerte y trampa, de treinta y tres y anchos implacables o cuatros de copa (que pueden ganar). En la mesa, vasos ya vacíos, algún espontáneo río que alguien habría hecho nacer con torpeza y las botellas sin nada, o con aquel resto con gusto a nada que quedo rechazado. 
    Noche calma que terminaba con un amanecer que delataba la hora del final. La hora de otro sueño, de otra pesadilla: ese vaivén que me encadena y no quiero soltar, de otro despertar, de otro despertar.

Escenario III

martes, 13 de diciembre de 2011

El viento sopla fuerte para atrás



A veces, el camino marcado, puede condenarnos.
Un hombre, sólo. Entre tanto desierto desolado, soledad. De pie y con la mirada perdida, buscaba a su alrededor algún resguardo. Un viento fuerte, que lo ignoraba, movía todo el polvo y la arena del suelo, de la manera más cruel. Se había detenido y estaba en esa trampa, que su alrededor  él mismo había formado desde la debacle. Había perdido ya los rastros, las huellas que lo habían llevado hasta ahí. Por eso, sin modelo a copiar ya no sabía hacia donde dirigir sus próximos pasos. Sin ese alguien que siempre había sido su modelo a seguir, a imitar, había puesto todo en pausa; y esperaba, y creía que algo iba a suceder, que le diría (como un secreto) su nuevo norte. Sin darse cuenta, se fue convirtiendo en vagabundo, de los que viajan y esperan, de los que nunca llegan a ningún lado. Se perdió en ese desierto; los ojos y su mirar se le oscurecieron, y no supieron hacer del espejismo que encontró en algunos rincones, un oasis real, uno que lo salvará. Sin darse cuenta se transformó en un soldado de lo vacío, de la nada.
Escenario II

lunes, 12 de diciembre de 2011

No toda soledad es triste.

Cartas a un joven poeta es un libro que recopila los textos epistolares que un joven, Franz Kappus, mantuvo con el poeta Rainer María Rilke. Esta correspondencia se inicia cuando aquel le manda al ya reconocido poeta, algunos versos que él había escrito, pidiendo por consejos. Entre algunas de las reflexiones que hace y comunica a través de sólo diez cartas, se pueden encontrar cosas como estas:

Usted pregunta si sus versos son buenos. Me pregunta a mí. Antes ha preguntado a otros. Los envía a revistas. Los compara con otros poemas, y se preocupa de si ciertas redacciones rechazan sus intentos. Ahora bien (como usted me ha permitido aconsejarle) le pido que deje todo eso. Usted mira hacia afuera, y es eso lo que no ahora debería hacer. Nadie le puede aconsejar ni ayudar, nadie. Hay un solo medio. Entre a sí mismo. Investigue el motivo que lo hace escribir; verifique si extiende sus raíces en el más íntimo lugar de su corazón, confiésese a sí mismo si moriría si se le prohibiera escribir. Ante todo eso: pregúntese en la más serena hora de su noche: ¿tengo que escribir? Cave en su interior para procurar una respuesta profunda. Y si ésta fuera afirmativa, si le fuera posible salir al encuentro de esta seria pregunta con el fuerte y sencillo tengo que hacerlo, construya entonces su vida de acuerdo a esta necesidad. Su vida, hasta en la más indiferente e insignificante hora, tiene que llegar a ser un signo y un testimonio de esta urgencia. Acérquese entonces a la naturaleza. Intente decir entonces, como si fuera el primer hombre, lo que ve, y experimenta, y ama, y pierde. (…) Busque por eso salvarse de los motivos generales acudiendo a lo que le ofrece su propia vida cotidiana; describa sus tristezas y deseos, los pasajeros pensamientos y la fe en alguna belleza: describa todo esto con íntima, serena, humilde sinceridad y utilice, para expresarse, las cosas que lo rodean, las imágenes de sus sueños y los objetos de sus recuerdos. Si su mundo cotidiano le parece pobre no le eche la culpa; cúlpese a sí mismo; cúlpese a sí mismo, dígase a sí mismo que no es suficiente poeta para extraerle sus riquezas, pues para el creador no hay ninguna pobreza, ningún lugar pobre, indiferente.
Y si al volverse hacia dentro, de ese sumergirse en el mundo propio, vienen versos, entonces usted no pensará preguntar a nadie si son buenos versos.