La suerte ya está echada,
los dioses hicieron girar sus dedos.
Y en esta noche sin luna,
ya no me queda nada de nada,
ni vos, ni la estrella que me guiaba.
Las luces que iluminaban este laberinto,
me marean con su fuego que encandila.
La voz que me susurraba la dirección correcta,
enloqueció, ya no es más que gritos y silencios.
Ya ves, ahora que cerraste esta puerta
le pusiste llave al candado
y la tiraste al más profundo de los siete mares
ya nada es como era.
Los días pasan, los árboles mueren
afuera está soleado, pero en mi cuarto llueve.
No tengo nada porque me faltas vos,
nada me sirve, lo único que me queda es tu ausencia.