viernes, 22 de junio de 2012

La música-hombre


Había nacido la única música universal del siglo, algo que acercaba a los hombres más y mejor que el esperanto, la Unesco o las aerolíneas, una música bastante primitiva para alcanzar universalidad y bastante buena para hacer su propia historia, con cismas, renuncias y herejías, una música-hombre. 
Con muchachas que prefieren bailar mientas escuchan Star Dust o When your man is going to put you down , y huelen despacio y dulcemente a perfume y a piel y a calor, se dejan besar cuando es tarde y alguien ha puesto The blues with a feeling y casi no se baila, solamente se está de pie, balanceándose, y todo es turbio y sucio y canalla y cada hombre quisiera arrancar esos corpiños tibios mientras las manos acarician una espalda y las muchachas tienen la boca entreabierta y se van dando al miedo delicioso y a la noche, entonces sube una trompeta poseyéndolas por todos los hombres, tomándolas con una sola frase caliente que las deja caer como una planta cortada entre los brazos de los compañeros, y hay una inmóvil carrera, un salto al aire de la noche, sobre la ciudad, hasta que un piano minucioso las devuelve a sí misma, exhaustas y reconciliadas y todavía vírgenes hasta el sábado siguiente, todo eso en una música que espanta a los cogotes de platea, a los que creen que nada es de verdad si no hay programas impresos y acomodadores, y así va el mundo y el jazz es como un pájaro que migra o emigra o inmigra o transmigra, saltabarreras, burla aduanas, algo que corre y se difunde y esta noche en Viena, en Varsovia, en Milán, en Buenos Aires, en Ginebra, en el mundo entero, es inevitable, es la lluvia y el pan y la sal, algo absolutamente indiferente a los ritos nacionales, a las tradiciones inviolables, al idioma y al folklore: una nube sin fronteras, un espía del aire y del agua, una forma arquetípica, algo de antes, de abajo, que reconcilia mexicanos con noruegos y rusos y españoles, los reincorpora al oscuro fuego central olvidado, torpe y mal y precariamente los devuelve a un origen traicionado, les señala que quizás había otros caminos y que el que tomaron no era el único y no era el mejor, o que quizá había otros caminos y que el que tomaron era el mejor, pero que quizá había otros caminos dulces de caminar y que no los tomaron, o los tomaron a medias, y que un hombre es siempre más que un hombre y siempre menos que un hombre, más que un hombres porque encierra eso que el jazz alude y soslaya y hasta anticipa, y menos que un hombre porque de esa libertad ha hecho un juego estético o moral, un tablero de ajedrez donde se reserva ser el alfil o el caballo, una definición de libertad que se enseña en las escuelas, precisamente en las escuelas donde jamás se ha enseñado y jamás se enseñará a los niños el primer compás de un ragtime y la primera frase de un blues, etcétera, etcétera.

I could sit right here and think a thousand miles away,
I could sit right here and think a thousand miles away,
Since I had the blues this bad, I can’t remember the day…

(Capítulo 17, Rayuela, CORTÁZAR)


lunes, 4 de junio de 2012

¿Habré aprobado? No, es imposible. Me faltó responder mitad de una pregunta, no había leído todos los textos. No hay forma. Igual, que haya venido a Humanidades un día que no curso acá significa algo. Que me haya tomado el trabajo de bajar antes del micro y vaya a subir cinco pisos quiere decir que, en algún rincón de mi cabeza, pienso que puedo haber aprobado.
Y si. Si soy una idiota, incapaz de dominar lo que pienso, soñadora empedernida, vivo haciéndome ilusiones de imposibles.
Que bueno ser así de idiota, con esperanzas. Si no sería bastante infeliz. Yo sé que no voy a dejar de ilusionarme, aunque me queje o me duela. En una de esas, aprobé.
Soy un quilombo ¿por qué me contradigo todo el tiempo? Soy toda una contradicción. Si me importa aprobar, ¿por qué no estudio? No estudio porque me va bien igual. Maldita buena suerte, maldita buena memoria. Maldita.Ahí está, de vuelta: otra contradicción.
¿Qué me pasara cuando vea en el papel, al lado de mi nombre, mi primer desaprobado facultativo? Encima, de literatura. Irónico.
¡Que lindo es leer! Es como si sin mis libros no sería yo. La Agustina que soy no existiría, sería como morirme. Espero que falte mucho para mi muerte. Soy joven, todavía me faltan muchas desilusiones más.
Que escaleras de mierda. Que suerte que no hay nadie. Cuando hay mucha gente me da vértigo, siento que me caigo. Parezco una bebe que recién aprende a caminar subiendo así, pegada a la pared, agarrada de la baranda. Che, a ese lo conozco... ¡Ya sé! Con él hablé como dos horas, esperando el Plaza en Cerrito y Santa Fe. Sí, es el mismo. Me acuerdo que me contó que estudiaba Historia en Humanidades. Le respondí que yo Periodismo, pero no le hablé de Letras. ¿Por qué nunca cuento eso?  Sí, es él. Casi de mi misma altura, apenas más alto. Despeinado, alpargatas. A ver si me reconoce. No creo, fue hace mínimo dos meses ¿Lo saludo? No, cualquiera. ¿Habré aprobado?
Que loco ¿no? Encontrarme con alguien que conocí accidentalmente, hace mucho tiempo y en una calle porteña. Si creyera en el destino y sus señales tendría que pensar que el Cosmos me quiere decir algo: ese chico es para vos. Si se lo contara a alguien me diría: "No existen las casualidades, por algo pasó" NO. Yo sí creo en las casualidades (y en saber aprovecharlas; no soy buena en eso) Yo creo que en la vida la suerte juega un papel más importante del que quisieran admitir. Claro, pero aceptarlo sería como perder el control.   Como dice Woody, no deberíamos dejarnos engañar, de eso depende gran parte de nuestra existencia. Ilusos. (Hipócrita). ¿Habré aprobado?
A ver. Gallardo...G....G ¿dónde está? Acá. No puedo creer, aprobé. Maldita buena suerte.
Tarde, siempre llego tarde. Que escaleras de mierda. ¿Es joda? Ahí, de vuelta "el chico del Plaza"
Casualidad. Causalidad.
Que locura.