Que las esencias permanezcan
en misterio: impolutos, lejanos.
Que las respuestas se escapen,
se resistan, que me burlen.
Que tu mirada sea un enigma,
regalame pistas que me acerquen.
Que tu frente parezca rasa, para que
descrubra después sus infinitos recovecos.
Porque prefiero permanecer
en la incertidumbre de tu semblante,
que oculta.
Porque prefiero gastar tiempo
adivinandoté.
Así, cuando no haya más misterios,
cuando tu esencia (y la mía) se releven,
y conozca de memoria
el laberinto de tus recovecos,
pueda mirarte y mantener la mirada,
porque ya sabré lo que hay detrás.
miércoles, 11 de abril de 2012
lunes, 9 de abril de 2012
Se cortó la luz.
Cuando no hay luz, todo es diferente. Las sombras son más largas, el tiempo va más despacio. El día es más corto y la noche gana terreno. Es como si retrocediera en el tiempo, en la evolución. La luz que da una vela prendida, la única forma de ver, alumbra una pequeña circunferencia alrededor y caminamos despacio, como si fueran nuestros primeros pasos, cuidando de no chocar con nada alrededor.
Acostada en la cama, marco el tic tac que me acostumbro el reloj (ahora apagado), con mis pies. Tic Tac. Y aunque no quiera, pienso, me acuerdo e invento historias que no hay, y con ellas, mato el tiempo. Literalmente, lo mato: no hay más tic tac, no hay reloj. Solamente yo.
En mi historia, tampoco había electricidad y tenía una vela al lado mío. Y tirada desde mi cama, veía que se actuaban varios de mis recuerdos. Como yo era la directora, los cambiara a mi antojo y hacía que mi historia se modificará. Mi Yo que actuaba los recuerdos, se rebelaba contra mí y mis cambios caprichosos. Teníamos algo en común: no le gustaba que le dijeran lo que tenía que hacer. Convencía a los demás personajes que estaban con ella y me ataban de pies y manos; me ponían un pañuelo en la boca. Sin director, la obra de teatro tomaba cursos disparatados. Desesperada, me ingeniaba para agarrar la vela, y quemar el cuarto, la cama. Prendí fuego a los personajes que estaban haciendo de mis vida, mis recuerdos y mi historia lo que ellos querían y no lo que había sido, o debería ser. Con ellos, me iba yo también, pero aliviada de que todo había sucedido como yo había querido.
Por suerte, era sólo una historia para matar el tiempo. Por suerte, era sólo algo que estaba inventando. Por las dudas, soplé y apagué la vela. No sea cosa que prenda fuego el cuarto, a mi o a mis recuerdos.
Acostada en la cama, marco el tic tac que me acostumbro el reloj (ahora apagado), con mis pies. Tic Tac. Y aunque no quiera, pienso, me acuerdo e invento historias que no hay, y con ellas, mato el tiempo. Literalmente, lo mato: no hay más tic tac, no hay reloj. Solamente yo.
En mi historia, tampoco había electricidad y tenía una vela al lado mío. Y tirada desde mi cama, veía que se actuaban varios de mis recuerdos. Como yo era la directora, los cambiara a mi antojo y hacía que mi historia se modificará. Mi Yo que actuaba los recuerdos, se rebelaba contra mí y mis cambios caprichosos. Teníamos algo en común: no le gustaba que le dijeran lo que tenía que hacer. Convencía a los demás personajes que estaban con ella y me ataban de pies y manos; me ponían un pañuelo en la boca. Sin director, la obra de teatro tomaba cursos disparatados. Desesperada, me ingeniaba para agarrar la vela, y quemar el cuarto, la cama. Prendí fuego a los personajes que estaban haciendo de mis vida, mis recuerdos y mi historia lo que ellos querían y no lo que había sido, o debería ser. Con ellos, me iba yo también, pero aliviada de que todo había sucedido como yo había querido.
Por suerte, era sólo una historia para matar el tiempo. Por suerte, era sólo algo que estaba inventando. Por las dudas, soplé y apagué la vela. No sea cosa que prenda fuego el cuarto, a mi o a mis recuerdos.
miércoles, 4 de abril de 2012
Esa sagrada rebeldía.
"Les quiero pedir a los chicos y a los jóvenes, con la autoridad que me dan los años, que lean. Yo también he leído de chico y fueron los libros quienes me ayudaron a comprender y querer la grandeza de la vida. Quienes sembraron en mi alma lo que luego los años pudieron expandir. Leía cuanto llegaba a aquellas bibliotecas de barrio, donde primero a través de los libros de aventura y luego, porque un libro lleva, inexorablemente, a otro lbro, a través de los más grandes de todos los tiempos, ésos que nos entregan los abismos del corazón humano y la belleza y el sentido de la existencia.
Leer les agrandará, chicos, el deseo y el horizonte de la vida. Leer les dará una mirada más abierta sobre los hombres y sobre el mundo, y los ayudará a rechazar la realidad como un hecho irrevocable. Esa negociación, esa sagrada rebeldía, es la grieta que abrimos sobre la opacidad del mundo"
Ernesto Sábato.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)